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sábado, 4 de enero de 2014

Putísima vida

Agarré la jarra y pegué un último trago. Me incliné sobre la barra, alcé la mano y llamé al camarero. Este se acercó suspirando y se colocó frente a mí.
-¿Traes otra?- Pregunté animado.
El camarero me miró fijamente con el ceño fruncido.
-Amigo, ya te he dicho hace un par de jarras que iba a cerrar.- Respondió toscamente.
-La última. Termino de contar una historia y luego me voy.- Argumenté con sencillez.
Se dió rápidamente la vuelta, llenó una jarra con el cañero y la colocó frente a mí.
-La última.- Dijo con cara de pocos amigos. -Y luego te largas.-
Levanté la jarra, sonreí levemente y pegué un gran trago. El camarero farfulló algo y se alejó malhumorado.
-Bueno, por donde iba...- Comencé a decir mientras apoyaba la jarra en la barra. -Ah,sí. Estaba tan quemado con rayadas  sobre amores infructuosos y más fracasos estrepitosos que decidí ir al cine para  no comerme la cabeza durante un buen rato. Pero resultó que la película que elegí era un tostón así que al cuarto de hora me levanté de la butaca y fuí hasta los lavabos.-

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El servicio se hallaba vacío, con una leve melodía de fondo al más puro estilo de  música de ascensor saliendo por unos pequeños altavoces.
 Me acerqué a un urinario y comencé a miccionar. Cuando terminé , me acerqué a uno de los lavabos, lavé las manos bajo el agua del grifo y me miré reflejado en el espejo.
-Putísima vida, ¿eh?- Solté cínicamente.
Entonces oí una pequeña risa que provenía del último retrete, al fondo del servicio. Me acerqué sigilosamente, empujé con suavidad la puerta entreabierta y me encontré de frente con una chica menuda y caderas anchas sentada sobre la tapa del váter. Tenía una larga melena azul eléctrico y unos ojos negro azabache. Vestía playeros, minifalda vaquera y una ancha boina blanca calada en la cabeza. Sonreía dulcemente y parecía estar muy tranquila.
-Hola.- Dijo con un extraño acento.
-Eh...hola.- Musité yo.
Se levantó de la taza y asomó la cabeza por la puerta echando un vistazo al habitáculo.
-¿Estás solo?-Preguntó.
-Eso parece.- Respondí.
Soltó otra pequeña risa.
-¿Y lo crees?-
-¿El qué?-
-La putísima vida.-
-Bueno...Supongo que es retórica...-
Me miró a la cara y rompió a reír. De repente dejó bruscamente de hacerlo y me agarró de la mano.
-Debemos irnos de aquí.- Dijo nerviosamente.
Sin soltarme la mano, se puso a correr y yo con ella. Salimos del cine y no paramos hasta llegar a un pequeño y solitario parque a las afueras. Se sentó en el verde prado, me miró y sonrió otra vez. Me dejé caer y me coloqué a su lado.
-Hacía mucho que no corría tanto.- Le dije mientras intentaba coger oxígeno. -Y más si no sé porqué.-
Se metió la mano en un bolsillo de la minifalda y sacó un extraño y plateado objeto parecido a un inhalador para el asma.
-Toma.- Dijo. -Y aspira fuerte una vez.-
-¿Qué es?- Pregunté intrigado.
-Algo que te hará sentir mejor.-
Lo cogí, lo apoyé sobre los labios y  aspiré lo más fuerte que pude. Al momento comencé a notar un hormigueo brutal de los pies a la cabeza y una sensación orgásmica me envolvió.
-¿Quién eres tú?- Pregunté mientras le devolvía el inhalador.
-Me llamo J,U,L,G,T,A,Y,P,R,A,40112.- Respondió rápidamente. -Pero puedes llamarme Julieta. ¿Y tú?-
Quedé un tanto sorprendido, pero  su sonrisa era tan auténtica que decidí seguir el juego.
-A,L,U,C,I,N,A,D,O,2014; pero puedes llamarme Romeo.- Bromeé. - Pero bueno, dime...¿De dónde eres Julieta?-
Apoyó la cabeza contra el suelo y miró hacia las estrellas que brillaban en el firmamento.
-Vengo de muy lejos, Romeo. De otro planeta.- Respondió con  cierta nostalgia.
-Vaya, que poco observador soy.- Repliqué con sarcasmo. -Por tu forma de vestir y tu conocimiento del español tendría que haberme dado cuenta enseguida.-
-Ya he estado antes en La Tierra.- Continuó hablando. -Sé como conseguir dinero, comida y ropa. Además hablo español, inglés y chino. Y antes de que me lo preguntes, no, no tengo nave espacial.-
-De acuerdo. No voy a preguntar como has llegado hasta aquí.- Dije con irónica resignación. -¿Y qué hace una chica como tú en un planeta como éste, Julieta?-
Se volvió hacia mí y me miró profunda y misteriosamente.
-En mi planeta, Romeo, no existen las guerras.- Comenzó a explicar con tono pausado. -Ni guerras, ni asesinatos. Ni mentiras, ni traiciones. Allí todo el mundo es feliz...-
-Está claro que de La Tierra no estás hablando.- Observé divertido.
-Pero todo es ficticio.- Continuó hablando. -Desde que nacemos nos inoculan una sustancia que hace que todo sentimiento de maldad desaparezca. El problema es que la bondad, el amor... también. Somos títeres controlados por un pequeño grupo de tiranos manipuladores autoproclamados Líderes de la Gran Unidad .-
Me dí cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero que ello no me importaba ni lo más mínimo. Me sentía totalmente a gusto en su compañía.
-¿Y entonces esos líderes no se inoculan la sustancia a sí mismos?- Pregunté casi sin darme cuenta.
-No. Los Líderes de la Gran Unidad crean una realidad malévola basada en una felicidad tan falsa como forzosa para una sociedad sin poder de decisión, discusión o raciocinio. Ellos tienen total libertad para decidir. Y deciden que tú seas su títere...-
-Pero un momento...- Corté bruscamente. -Si todo el mundo es feliz... no debería haber problema. ¿No?-
Al momento su expresión se volvió triste y casi pensé que se iba a poner a llorar.
-Te usan como esclavo de todas las formas posibles. Hasta que se cansan de ti o mueres, entonces te usan como alimento.-
-¿De alimento?-
-Sí. Comida. Se alimentan de nosotros.-
Me froté la nuca y resoplé.
-Joder...¿Y cómo es qué tú...?-
-Cada cierto tiempo todo el mundo debe ir a un centro especial para inocularse una dosis de sustancia. Todo está controlado hasta el más mínimo detalle para que nadie se quede sin la dosis.-
-Pero tú lo hiciste.-
-Pero no sola. Hay más gente como yo luchando contra la imposición de los Líderes de la Gran Unidad. Somos pocos y vivímos escondidos, pero resistimos a base de tenacidad.-
De repente se puso de pie y, colocándose el dedo índice en los labios, mandó silencio.
-Debemos mover.- Dijo con inquietud-
-¿Otra vez?- Pregunté totalmente desconcertado. ¿Porqué?-
Me volvió a agarrar la mano y nos pusimos a correr hasta llegar a otro parque más solitario y a las afueras todavía. Apoyó la espalda en el tronco de un viejo roble y fijó su vista sobre el cielo estrellado otra vez.
-Creo que estás un poco loca.- Le dije secamente. - Luchas contra la felicidad...-
-No.- Replicó con convicción. -Lucho contra la imposición de una mentira. Lucho por la libertad de poder elegir tú tu camino a la felicidad.-
Se colocó el peculiar inhalador en la boca y aspiró con fuerza de él.
-¿Y eso qué es?- Pregunté con rapidez.-
-Es un "rectificador".- Respondió con desgana. -Sirve para recuperarte física y mentalmente. Inhibe los efectos de la inoculación.-
Me quedé unos segundos mirándola, intentando comprender el significado de sus palabras y me entró la risa. Ella volvió la cabeza hacia a mí, se acercó sonriendo y volvió a agarrarme de las manos.
-Dime una cosa, Romeo.- Dijo clavando sus ojos en los míos. -¿De qué color es el cielo?-
-Azul...-
-¿Y porqué es azul?-
-Creo que se debe a la interacción de la luz solar sobre la atmósfera.-
-Sin embargo, no siempre es azul. Unas veces puede ser naranja, rojo o incluso violeta.-
-Ya, y de noche es siempre negro... ¿Pero a dónde quieres llegar?-
-Da igual.- Respondió dulcemente. - Pero contéstame a una cosa... ¿Me podría quedar contigo aquí en tu planeta?-
-Sí.- Respondí sin pensármelo dos veces. -Pero que conste que igual soy más extraterrestre que tú.-
Levantó las cejas y rompió a reír.
De repente, justo en ese momento,aparecieron rodeándonos ocho individuos grandes como armarios vestidos totalmente de negro. Les tapaba la cabeza un brillante casco del mismo color y nos apuntaba cada uno con lo que parecía ser unos extraños rifles.
-¡Me han encontrado!- Gritó Julieta.
Antes de poder hacer nada, uno de los individuos se acercó a nosotros y se puso a decirle algo a ella en un idioma que no había oído en mi vida. Julieta me soltó las manos, le entregó el peculiar inhibidor y se colocó a su lado.
-Nos volveremos a ver, Romeo. Te lo prometo.- Dijo con tristeza.
Me sentía tan descolocado con todo lo que estaba sucediendo que no pude articular palabra alguna.
-No le he dado otra opción.- Dijo el individuo dirigiéndose a mí. -O me da el "rectificador" y se vuelve con nosotros de buenas o te desmembramos aquí mismo lenta y dolorosamente. Chica lista. Sabe que no miento.-
Noté un nudo en la garganta y tragué saliva.
-¿Qué vais a hacer con ella?- Pregunté impotente.
-Nada que te importe, basura.- Respondió bruscamente el individuo.
-Olvídate de ella, humano patético.- Soltó otro de ellos.
Miré fijamente a Julieta y sonreí levemente. Ella me devolvió la sonrisa.
-Nunca te olvidaré, Julieta.-
-Lo sé, Romeo.Yo tampoco a ti.-
Al momento, el individuo gritó algo en su ininteligible idioma y, tras un intenso flash de luz, desaparecieron todos.

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-Y aquí estoy.- Dije mientras gesticulaba con las manos. -En un antro de mierda contando una historia triste que me ocurrió que parece más el guión de una película Z que otra cosa. En fin. Habrá que tomar otra jarra.-
Llamé al camarero, que se hallaba en la otra punta de la barra y éste se acercó resoplando.
-¿Otra jarra?- Pregunté con simpatía.
-Escúchame con atención, tío.- Respondió el camarero claramente enfadado. -Llevas toda la noche solo y hablando gilipolleces sin parar. Me tienes hasta los mismísimos huevos y solo quiero cerrar. Así que págame las putas jarras y vete con tus historias de tarado a otro jodido sitio o te escaldo a hostias.-


martes, 12 de febrero de 2013

El destino de Elmo

Elmo despertó, se levantó a duras penas del frío suelo en el que se encontraba echado y, con los ojos aún entrecerrados, miró rápidamente a su alrrededor. Pero no había mucho que ver: Se hallaba en una pequeña habitación, toda ella de color blanco y completamente vacía. Lo más extraño es que no tenía puertas ni ventanas.
-¿Dónde demonios estoy?- Se preguntó.
Intentó recordar algo de si mismo o de lo que pudo pasar para acabar ahí pero no lo consiguió. Sólo se acordaba de su nombre: Elmo. También se dió cuenta de que no llevaba ropa.
-¡Estoy desnudo!- Pensó. -¿Qué coño está pasando?-
De pronto comenzó a escucharse de lejos un zumbido, como el de un grandioso enjambre, y se estremeció. Apoyó el oído en una de las paredes y apreció como el sonido iba a más: Fuera lo que fuese se estaba acercando. Notó que la pared era tan blanda como el cartón, y sin plantearse lo que podía haber al otro lado, cogió carrerilla y se lanzó contra ella con los brazos por delante atravesándola sin la menor dificultad. Entonces se encontró cayendo al vacío en picado. Cayó y cayó durante minutos haciéndose la idea de que se metería la gran hostia contra el duro suelo convirtiéndose en mermelada de Elmo y, en cuanto comenzó a divisar la superficie, cerró los ojos resignándose al gran golpe. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando al hacer el violento contacto contra el desconocido terreno, éste era suave y blando.
-¡Algodón!- Gritó con una sonrisa en la cara pero aún sobresaltado por la caída.
Permaneció sentado unos segundos sobre el blanco mullido preguntándose donde estaría. El lugar parecía un desierto de nubes infinito que contrastaba con el azul oscuro de un impoluto y brillante cielo.
-Que extraño.- Pensó mientras observaba al firmamento. -Hay luz pero no veo el sol por ningún lado.-
Estaba elucubrando sobre el posible sitio en el que se hallaba cuando divisó a lo lejos una gran sombra que se acercaba flotando.
-¡El enjambre!- Gritó levantándose  rápidamente.
Corrió con todas sus fuerzas sin mirar atrás hasta que no pudo más. Apoyó las manos sobre sus muslos y, procurando tomar aliento, echó un vistazo alrrededor pero el panorama era el mismo: un océano blanco que se extendía hasta el horizonte.
-¡Maldita sea!- Gritó desesperado.
 Torció la cabeza un poco, miró por encima de su hombro y vió a la acechante sombra acercándose. Volvió a echar la vista hacia delante y se quedó mirando la profundidad del albo y vasto territorio que le rodeaba. Entonces, se fijó en un punto oscuro a lo lejos y sin pensárselo dos veces se puso a correr hacia allí. No tardó mucho en llegar y descubrir que era una pequeña  casita de color negro. Tan pequeña, tan pequeña, que parecía un simple corral. Se oían ruidos provenientes del interior, así que se asomo a una de las dos pequeñas ventanas que había y echó un vistazo pero no consiguió ver nada a través del cristal. Desesperado, fue hasta la puerta de la entrada, la empujó secamente y se metió dentro. Su interior estaba completamente vacío salvo por una gran cama redonda que giraba sobre sí misma. Sobre ella se encontraba un ser de forma humanoide y aspecto transparentemente acuoso  sodomizando a otro también con forma humanoide pero al que le parecía faltar la piel por su aspecto musculosamente sanguinolento. Elmo quedó paralizado con la horrible visión y no pudo articular palabra alguna. El ser acuoso al verse sorprendido se volvió agua y cayó sobre la cama creando un gran charco sobre ella. El ser sanguinolento pegó un salto, se colocó frente a Elmo y le agarró por el cuello.
-¿Quién eres tú y cómo has llegado hasta aquí?- Preguntó el ser sanguinolento con voz profunda y tono airado.
-No sé... no recuerdo...- Respondió Elmo casi sin poder respirar.
En ése momento se oyó el zumbido del enjambre. El ser sanguinolento echó un vistazo por la puerta abierta, vió como se acercaba la gran sombra y lanzó a Elmo contra una esquina. Elmo vió con terror como cientos de avispas entraban dentro de la casita en dirección a él. Se cubrió con los brazos y cerró los ojos.
-¡Basta!- Gritó el ser sanguinolento.
Al instante, el enjambre frenó el vuelo y se transformó en una hermosa y desnuda mujer de larga melena roja.
-¿Qué es lo que ocurre Lilith?- Preguntó el ser sanguinolento a la mujer.
-Perdona mi imprudencia, creador.- Respondió ella mientras se arrodillaba y agachaba la cabeza. -Se ha despertado antes de que llegara.-
El ser sanguinolento miró a Elmo con intensa curiosidad.
-Así que tú eres Elmo...-Le dijo.
-Ahora mismo me lo llevo.- Interrumpió la mujer levantándose.
-Un momento.- Ordenó el ser sanguinolento.
Se acercó a Elmo y fijó sus ojos sobre los de él.
-Álzate y dime. ¿Qué es lo que has visto?- Le preguntó.
Elmo se levantó y trago saliva.
-Nada...- Respondió.
El ser sanguinolento sonrió cínicamente.
-¿Sabes quién soy?- Continuó preguntando.
Elmo dudó durante unos segundos y soltó:
-¿El diablo?-
El ser sanguinolento chasqueó los dedos y  lanzó una carcajada.
-Éstos humanos...- Comenzó a decir. -Sí. Así también me llaman. Aunque no es más que un nombre. ¿Y sabes quién me estaba haciendo disfrutar hasta tu llegada triunfal?-
Elmo negó con la cabeza.
El ser sanguinolento esbozó una maléfica sonrisa y guiñó un ojo a Elmo.
-Vamos...- Le dijo con tono desafiante. -Por supuesto que lo sabes.-
Elmo miró al charco de la cama y se puso pálido, pero no dijo nada.
-Deja que lo lleve conmigo, creador.- Insistió la mujer.
El ser sanguinolento echó un vistazo rápido a la mujer y luego se quedó pensativo mirando a Elmo.
-Escucha con atención , Elmo.- Soltó de repente el ser sanguinolento. -Hay humanos que sufren accidentes mortales, otros que son asesinados, algunos que se suicidan y una mínima parte que sacrifica su vida por alguien. Tú has muerto de las cuatro formas a la vez.-
-Eso es imposible.- Dijo Elmo secamente.
-¿Imposible?- Preguntó el ser sanguinolento enfadado. -¿Con quién te crees que tratas humano miserable? Para nosotros no hay imposibles. No eres más que un muñeco de trapo incapaz de entender nada.-
Se acercó  hasta Elmo y señaló al charco de agua de la cama.
-Él idea, diseña, crea. Todo hermoso y armonioso. Yo coloreo, moldeo. Introduzco variables suficientes para acabar la obra. Y la obra es todo, incluido lo que los humanos llamáis erróneamente "males del mundo".  Vuestra conciencia no es más que  la idea genial de Él. Yo me dediqué a  diversificarla, a evolucionarla... Tú no eres más que el anómalo resultado de una decisión experimental.-
-¿Qué va a ocurrir conmigo?- Preguntó Elmo un tanto aturdido.
-En una situación habitual estarías sufriendo el fuego purificador carbonizándote para toda la eternidad.- Respondió el ser sanguinolento. -Pero Lilith se encaprichó contigo desde el primer día que te diseñamos y le  prometimos que dejaríamos que te llevase con ella a su infierno cuando murieras. ¿Sabes? Lilith fue la primera que creamos, antes incluso que vuestra querida Eva. Pero no fraguó bien en la Tierra, se convirtió en una grandísima hija de perra y quedó por aquí, entre lo inhumano. Aunque creo que te ama.-
Elmo retrocedió dos pasos y miró aterrado a  Lililth. La mujer le observaba con deseo.
-Pero te has escabullido de ella y ahora tenemos un problema.-Continuó el ser sanguinolento.- No puedo permitir que Lilith te lleve con ella después de lo que has visto. Nadie salvo ella puede saber la relación que mantenemos los creadores. Y aunque estés  muerto por cuadruplicado tampoco podemos pemitir que te quedes en cualquier otro sitio con esa información...-
Elmo miró fijamente al charco de agua y reaccionó:
-Dejadme volver.-
 El ser sanguinolento torció el gesto sorprendido.
-¿Cómo dices?-Preguntó.
-Si de verdad no hay nada imposible para vosotros, podéis hacer que vuelva momentos antes de que muera sin recordar nada de lo ocurrido aquí.- Respondió Elmo con decisión.
El ser sanguinolento cerró los ojos y, acariciándose suavemente la barbilla, quedó pensativo.
-¡No!- Gritó exaltada la mujer.-¡Es mío!-
-De acuerdo. -Dijo el ser sanguinolento dirigiéndose a Elmo. -Voverás instantes antes de que expires tu último aliento y continuarás tu vida hasta tu próxima muerte... Lilith siempre te estará esperando. ¿Verdad Lilith?-
-Como desees, creador.- Dijo la mujer. Y convirtiéndose en el enjambre de avispas salió rápido por la puerta hasta desaparecer en la lejanía.
-Disfruta de tu vida si puedes, Elmo.- Dijo socarronamente el ser sanguinolento.
Elmo desapareció al instante y el charco de agua en la cama, de forma majestuosa,  se volvió otra vez  un transparente y acuoso ser de forma humanoide.
El ser sanguinolento le  miró  y levantando las cejas le dijo:
-Otro imbécil para el saco. Y date la vuelta que ahora me toca dar a mí.-


martes, 10 de julio de 2012

Bajo la caja


Era una preciosa noche de verano. Quizás demasiado hermosa para que fuera cierta. En un cielo tan despejado como oscuro las estrellas parpadeaban con un brillo de inusitada intensidad, una suave brisa mecía una mar en calma como si un chiquillo acariciase a un león satisfecho con el trato recibido y una gigantesca, poderosa, sublime, hechizadora luna llena conseguía con una infinita fuerza dejar claro el porqué de su carisma dentro del sistema de cosas bellas que funcionan en nuestro universo. Yo me deleitaba con todo ello apoyado en una barandilla frente a unas rocas más allá de la vacía y silenciosa playa. Era tal mi abstracción que no me dí cuenta de que tenía alguien al lado hasta que me habló.
-Hola, Rulo.- Me dijo.
Giré rápidamente la cabeza hacia mi derecha y ví una caja de embalaje color marrón de unos dos metros de altura junto a mí. La miré de arriba a abajo un tanto sorprendido preguntándome quién sería el estúpido que estaría en su interior y volví a mirar al frente.
-No hay nadie en toda la zona y no te importa quién sea yo, lo que quiere decir que estás totalmente ensimismado comiéndote la cabeza con problemas que no consigues resolver y que te están afectando de forma salvaje.- Dijo con tranquilidad - Aunque tus pupilazas bien pudieran indicar un colocón de época... Pero no creo. Son más bien el resultado de una excitación mental provocada por tu errático control de la realidad y los sentimientos.-
Se escuchó un potente graznido y una intrépida gaviota se apoyó en una gran roca a poca distancia nuestra. Me miró fijamente a los ojos durante unos segundos con profunda candidez y, desplegando las grises alas, alzó el vuelo hasta perderse en la lejanía.
-Así que piensas que la vida es la puta más cara.- Continuó el individuo de la caja. -No sabes alcanzar la felicidad y cuando crees haberlo hecho te cae el hachazo padre y vuelves a la realidad. Como te pasó con tu última nena ¿recuerdas? Sí, hombre, la rubia chiquita que no esperabas...y te dejó tirado como las demás...porque eres idiota. Pareces un organismo diseñado para ser humillado por esa persona a la que tanto quieres y que de forma tan estúpida llamas reina.-
A lo lejos, en el horizonte, donde el cielo y el mar se funden en un mismo color oscuro, pequeñas y no muy numerosas luces de barcos, como luceros con vida propia, parecían saludar mientras se dirigían a un desconocido, pero no por ello equívoco, destino.
El individuo de la caja carraspeó y continuó hablando:
-Y que decir de tu soledad...¿Para qué te ha servido haber conocido a tanta gente a lo largo de tu vida? Sabes que no funcionas como el resto. Tantas reglas internas, tanto respeto... Pero a los demás eso les importa una mierda. A veces rozas el patetismo de una forma casi absoluta.-
De repente, una lejana estrella fugaz cruzó el estampado lienzo de brillantes como un ovni buscando aterrizar rápidamente y recordé la antigua pero siempre vigente superstición de pedir un deseo. Aunque soy de una naturaleza brutalmente escéptica, cerré los ojos y sonreí levemente.
-Estás fatigado, Rulo.- Continuó el individuo de la caja. -Dudas que hacer con lo que te queda de vida. ¿Acaso pretendes seguir con toda esta pantomima? Antes o después llegará lo inevitable y... ¿Porqué retrasarlo? Es sencillo, solo debes cargarte de convicción y dejarte llevar por...-
Una fuerte ráfaga de aire surgida de la nada, silbando como un millón de bocas, hizo que todo a nuestro alrrededor se agitase creando una armonía musical de tintineos y ritmos acompasados. Algo chocó contra mis pies. Miré hacia abajo y ví que era un grueso madero que había sido arrastrado hasta allí. Lo agarré y sin pensármelo dos veces golpeé lo más fuerte que pude a la parte superior de la caja. Ésta dobló y comenzó a teñirse de sangre.
-¿Porqué has hecho eso?- Me preguntó el individuo de la caja tambaleándose.-¿No sabes quién soy?-
-Sí.- Respondí. -Eres yo.-
Y le metí tal trompazo salvaje con el madero, que el individuo, aún bajo la caja, cayó por la barandilla, rodó por las rocas y acabó hundiéndose en las profundas aguas. Solté el arma homicida y volví a recrearme con la inmensa belleza que tenía ante mis ojos: El bailoteo de los cangrejos en su rocoso mundo, las pequeñas olas rompiendo espuma a pie de playa, el guiño de las estrellas al paso de las no siempre silenciosas aves marinas, el caluroso y desinteresado abrazo de la luna...

lunes, 27 de febrero de 2012

Rey sin reina

Es curioso el vaivén de sensaciones que puede llegar a experimentar un individuo a lo largo de su vida. Durante un cierto y amplio tiempo fuí un rey sin consorte. O lo que es lo mismo, un tipo dirigiendo el destino de su día a día con un vacío a su lado, es decir, sin reina. Busqué y busqué sin detenerme a pensar en caras ni nombres, pero no la encontraba. Entonces, un día, ocurrió algo.

Fué hace unos tres años. Me hallaba en la barra de un garito de Madrid tomando mi quinta rubia mientras pensaba en mi desconocida morena (porque mi reina tenía que ser morena...) y no esperaba ni lo más mínimo nada especial para esa noche salvo resignarme a volver al piso que compartía con dos estúpidas a las que procuraba esquivar y acostarme pronto para madrugar al día siguiente y abrir el anódino lounge pub en el que trabajaba como encargado. Llevaba ya varios días con el cerebro caliente, intentando encajar piezas del puzzle de mi vida, y sentía que mi cabeza iba a estallar. Apuré la cerveza y salí del bar. Comencé a sentir un hormigueo por todo el cuerpo y noté un escalofrío brutal que me hizo estremecer, así que me metí en el primer callejón vacío que encontré, saqué del bolsillo un porro cañero ya preparado y lo encendí. Mi intención era relajarme un rato y volver al piso con la mejor de las sonrisas, pero en cuanto pegué la primera calada todo se precipitó. Me entraron unas extrañas naúseas y me doblé hacia delante como un papel. Una densa niebla se formó a lo largo del callejón acompañada por un terrorífico silencio y me acojoné. Me apoyé contra una de las paredes, respiré profundamente y cerré los ojos con fuerza. Volví a abrirlos y quedé petrificado: Dos enormes coronas de oro y plata repletas de gemas de todos los colores flotaban en el aire delante mío. Por el lado izquierdo del callejón, saliendo de entre la niebla, un gran cocodrilo se acercó hasta mí con su característico movimiento pélvico. Por el otro lado, saliendo también de la blanca neblina, un pequeño pingüino llegaba hasta mi posición a pasitos cortos pero seguros. Ambos se colocaron enfrente mío, cada uno debajo de una corona.
-Tranquilo, nene, no te pongas nervioso.- Dijo con una gruesa voz el cocodrilo -Este es un momento crucial.-
-Sí.- Dijo a continuación el pingüino con una dulce vocecita -No te asustes. Venimos a darte una buena nueva.-
-¡Joder!- Grité con los ojos como platos -¡Vaya viajes que me pego!-
Miré a un lado y a otro con intención de salir corriendo, pero la niebla seguía ahí y me sentía paralizado.
-¿Ves éstas dos magníficas coronas?- Preguntó el pingüino -Son tuyas.-
-¿Cómo?- Pregunté mientras echaba un vistazo rápido hacia ellas.
-Llevamos años custodiándolas esperando el gran día.- Continuó el pingüino -Hoy es ese día.-
-¿El día de qué?- Pregunté casi sin quererlo.
-Debes elegir una corona, nene.- Respondió el cocodrilo- Debes elegir un camino.-
De la nada, y suspendido en el aire, apareció ante mis narices un brillante y plateado mandoble con empuñadura de azabache.
-Coge la espada con fuerza y señala con ella la corona que elijas.- Dijo el pingüino.
Sin pensarlo, agarré el mandoble firmemente con las dos manos.
-¿Notas el poder?- Preguntó rápidamente el cocodrilo.
-Lo que noto es que pesa lo suyo.- Respondí.
-Tranquilo, nene. Eso no es nada.- Me replicó el cocodrilo con voz burlona -Verás cuando elijas la corona.-
-¿Y qué tal si me explica alguien de qué va esto?- Pregunté algo contrariado.
El pingüino comenzó a reírse:
-Es lógico que no conozcas el rito. Te lo explicaré brevemente. El lagarto y yo...-
-¡Hey!- Gritó de repente el cocodrilo -Cuidado con lo que dices happy feet.-
-Como te he dicho antes, nosotros cuidamos y vigilamos las coronas.- Continuó el pingüino -Cada uno custodia una. La de él representa un reino, la mía otro. Pero hoy ha llegado el momento de elegir una de las dos.-
-¿Y qué pasará luego?- Pregunté.
-Ésa que hayas elegido pasará a ser la gran corona que controla y rige.- Respondió el cocodrilo - La otra se perderá en el olvido.-
Medité unos segundos. Estaba claro que se me iba la cabeza. ¡Pero quería saber más!
-¿Qué reino rige la tuya?- Pregunté al cocodrilo.
-Antes te diré algo que debe de quedarte claro, nene.-Respondió el cocodrilo -Las coronas son tuyas y por lo tanto tú eres el rey absoluto e indiscutible de los reinos que representan.-
Miré hacia el mandoble fijamente y una sensación de angustia comenzó a atraparme.
-La corona que custodio...- Comenzó el cocodrilo -...representa a la mala sangre derramada en sagrados suelos, a oscuros y acechantes nubarrones siempre a punto de descargar, al poder descontrolado del atronante sonido del pasado...-
-Alto, alto.- Corté de improviso -¿Qué es toda esa... pseudopoesía barata?-
-Ten cuidado con el lagarto.- Dijo rápidamente el pingüino -Es un manipulador feroz.-
-Maldita ave de mal agüero. Aquí no hay más manipulador que tú.- Le replicó el cocodrilo.
Noté como se me hacía más difícil mantener elevado el mandoble y me volvieron a entrar náuseas.
-¿Y la tuya?- Pregunté dirigiéndome al pingüino -¿Qué representa?-
-La corona que custodio yo...- Respondió el pingüino -...representa a la ilusión cegadora de una verdad que no existe, a caudalosos ríos de caramelo que desembocan en avinagrados mares, al gran árbol que crece y crece sin poderse moverse...-
-¡Basta!- Grité -¡Basta de poesía y de hostias!-
El pingüino dió un paso adelante, me miró fijamente a los ojos y comenzó a hablar:
-Sólo te diré que debes elegir la corona que yo custodio sencillamente porque...-
-No hagas caso a ese pajarraco, nene.- Interrumpió el cocodrilo -Es un débil. Debes elegir la mía.-
-Olvídate del lagarto. Es patético.- Insistió el pingüino.
El cocodrilo se volvió hacia el pingüino:
-La mía es más poderosa.-
El pingüino se volvió hacia el cocodrilo:
-No. La mía lo es más.-
-¡He dicho basta!- Grité mientras notaba que ya no podía con el mandoble.
De repente el cocodrilo se irguió y comenzó a acercarse a mí a dos patas.
-Elige la mía, nene. Si la eliges ya no necesitarás nunca más...-
Antes de que terminase la frase decidí que ese bicho ya me había cargado demasiado. Hice un movimiento seco con el mandoble y con un corte limpio lo partí por la mitad matándolo al instante. El pingüino comenzó a dar saltos de alegría:
-¡Bien! ¡Bien!- Gritó frenético -¡Has elegido con sabiduría!-
No me lo pensé ni dos veces y le ensarté con el mandoble hasta la empuñadura como si de un pollo se tratase.
-Pero...¿Qué haces?- Me preguntó mientras vomitaba sangre.
-Se acabó.- Respondí con seguridad -No quiero ser rey.-
Lancé el cuerpo inerte del pingüino lejos de mí y, con un toque más violento que certero, estrellé el mandoble sobre las dos coronas flotantes. Éstas, al instante, cayeron al suelo y reventaron en cienmil pedazos. Solté el arma y me puse a correr sin parar a través de la niebla hasta salir del callejón. Una semana después me despedí de mi trabajo en el lounge pub, abandoné el piso que compartía con las estúpidas, marché de Madrid y me volví a mi tranquila ciudad. Y aquí llevo ya desde hace tiempo (más de tres años, como ya he escrito antes).

No sé si sigo siendo rey, si he dejado de serlo o si, sencillamente, nunca lo he sido. El caso es que cuando ya había cejado en mi ilusorio empeño de encontrar a mi reina y mi vida se empezaba a convertir en un ¿pero qué demonios pasó?, ella apareció (y por cierto, es rubia). Lo que pase a partir de ahora pertenece al misterioso y apasionante (y a veces inquietante) universo de lo desconocido, pero es curioso el vaivén de sensaciones que puede llegar a experimentar un individuo...

martes, 26 de julio de 2011

La rutina destructiva

Un seco y caluroso lunes por la tarde en la terraza de un bar de Guadalajara en España. Dos parejas, formadas por Antonio y Yolanda por un lado y David y Pepa por otro, se sientan a una mesa con la sana intención de tomar algo y conversar. El camarero se acerca, les toma nota y luego se aleja.
-Bueno.- Comienza a decir Antonio. -¿Y qué más contáis de vuestra semana en Barcelona?-
-Fue genial.- Responde Pepa con una sonrisa de oreja a oreja. -El aeropuerto, el hotel, la gente, las playas, Gaudí...-
-Eso ya lo contaste antes nena.- Suelta tajantemente Yolanda mientras enciende un cigarrillo.
-Pues salimos el viernes y el sábado por la noche.- Replica Pepa sin dejar de sonreír.
Antonio yergue la cabeza un poco y, sonriendo levemente, dirige su mirada hacia David.
-Vaya. Al profesor Morales no le gusta salir de noche pero sí en Barcelona...-
-Fue cosa de Pepa.- Dice David ajustándose las gafas sobre su naso. -Y además fue solo el sábado. El viernes me aburrí como nunca lo había hecho.-
-Pero lo pasaste bien el sábado.- Replica Antonio.
El camarero se acerca, deja sobre la mesa cuatro copas de vino y luego se aleja.
-El sábado nos pillamos un moco increíble.- Suelta Pepa.
-Sí... Fue una noche rara.- Dice levemente David.
Antonio apoya los brazos sobre la mesa y permanece expectante mirando a David. Éste se queda pensativo.
-Bueno. ¿Váis a contar algo o no?- Pregunta Yolanda tras darle una gran calada al cigarrillo.
David pega un sorbo a la copa de vino y comienza a hablar.
-Al principio fue una tontería. Tomamos un par de cervezas en el bar del hotel y no teníamos mucha intención de salir...-
-Habla por ti.- Le corta Pepa. -Yo iba a salir sí o sí.-
-De acuerdo.- Continúa David. -Al final acabamos hasta las ocho de la mañana tomando chupitos por ahí.-
-¡Qué cabroncete!- Dijo Antonio riéndose. -¿Y cómo pudo ser qué acabaráis así?-
-En la disco estábamos ya medio piripis.- Dice Pepa. -Sonaban Depeche Mode, Pet shop Boys y más temas ochenteros. ¡No paré de bailar!-
-¿Y tú?- Pregunta Antonio a David. -¿Bailabas también?-
-Yo no...- Musitó David.
-Sí. Claro que bailó.- Le corta de nuevo Pepa. -Aunque al principio quería marcharse.-
-¿Acaso conocísteis a alguien? ¿o estaban todos majaras?- Pregunta Antonio con cierto interés.
-Vamos, Toni.- Dice Yolanda de repente. -¿A quién van a conocer éstos allí?-
-Pues conocímos a un chico.- Responde Pepa un tanto molesta. -Un poco loquito pero simpático.-
-¿Loquito?- Pregunta extrañado Antonio.
-Sí.- Continuó Pepa. -Estábamos en la pista y de pronto apareció un chico bailando y haciendo que tocaba la guitarra.-
-Vamos, un gilipollas.- Dice Antonio.
-No.- Replica Pepa. -Estaba borrachete y hablaba cosas raras pero parecía simpático.-
-Sí.- Afirma David. -Estábamos bailando un poco en la pista...-
-¡Un poco para ti ya es mucho!- Interrumpe Antonio. Y le pega un gran trago a su copa de vino.
-Todos sabemos que para ti no, querido.- Añade Yolanda tras exhalar por la boca una nube de humo.
-Dejad que os lo cuente.- Dice David con intriga. -Estábamos bailando en la pista cuando de repente se nos puso al lado nuestro un chico bastante ebrio tocando un solo de guitarra en el aire. Me acuerdo bien porque el tema que sonaba en ese momento era el "I was made for loving you" de Kiss.-
-Menudo tonto debía ser.- Dice Antonio. Y le pega otro gran trago a la copa de vino.
-Pues a mí me parecía mono.- Apostilla Pepa con una amplia sonrisa.
-El caso es que un rato después, mientras pedía un par de copas en la barra, me lo encontré y comenzamos a hablar.- Continúa David. -Y no sé como pero el tema de conversación derivó en una discusión sobre la creatividad y la rutina.-
Antonio arruga el entrecejo y tuerce la boca:
-Profesor, no estamos en clase.- Le espeta a David en broma.
-Tú, escucha Antonio.- Le reprocha David. -Recuerdo que le pregunté a que hora cerraba aquel sitio y a donde se podía ir luego. Él me respondió que sobre las siete... pero que yo no tenía pinta de alarganoches.-
-¿Alarganoches?- Pregunta Antonio.
-Sí.- Responde David. -Me dejó un poco cruzado, pero entonces apareció Pepa. Después de las presentaciones le pregunté que quiso decir con lo de alarganoches y respondió que solo era una broma, que se refería a los que alargan una noche para no volver rápidamente a la cotidianeidad de sus vidas.-
-En realidad no hacía más que hablar y hablar, pero era gracioso.- Entremete Pepa.
-Bueno.- Dice Antonio. -Un borracho listillo.- Y levantando su copa bebió un buen trago.
-Exponía como la rutina, por defecto, acababa convirtiendo en extraordinario lo nuevo y en extravagante lo diferente.- Continúa hablando David. -Entonces se nos quedó mirando fijamente y con voz suave y serena dijo: "Os voy a contar mi historia".-
-Buff. Menudo palizas.- Dice Yolanda antes de dar una amplia calada al cigarrillo.
-David, joder, necesitas salir más.- Le reprocha Antonio.
-Si la historia es de lo más simpático.- Explica Pepa.
-Al parecer, el chico no era de aquí.- Sigue relatando David. -Venía de La Tierra de un universo paralelo y fue enviado aquí porque sus seres humanos corrían grave peligro. Lo curioso es que allí son todos iguales. Sietemil millones de clones como él.-
-Amigo, se nota que hace mucho que no sales por ahí.- Le dice Antonio. -¿No le darías el número del móvil?-
-No. Y escucha. En su Tierra comenzó a extenderse un extraño virus: La rutina destructiva. Todos los individuos del planeta, aún teniendo oficios y responsabilidades diferentes, eran iguales física y mentalmente por lo que acabaron viviendo en un estado de bienestar ficticio y llano que con el tiempo acabó arrasando a la creatividad en general y los llevó al peligro de extinción a todos.-
-¿Pero qué me estás contando?- Pregunta un alucinado Antonio. -¿Un sábado noche en Barcelona y te quedas con todo esto que te cuenta un desconocido loco y borracho?-
-Hay múltiples detalles que no recuerdo, pero lo importante de la historia que nos contó era lo que trataba de decir en realidad...- Responde misteriosamente David.
¿Y porqué le enviaron a él de entre todos?- Pregunta Yolanda.
-En su Tierra él no tenía ninguna función concreta.- Intercala Pepa riendo. -¡Era su líder!-
-Era el neutro.- Continúa David. - Supongo que se refería a que era el original. Y era el líder indiscutible. El más grande decía él.-
-¿Y cuál era su misión aquí?- Insiste Yolanda.
-Su misión aquí era encontrar a su doble, explicarle la situación y sustituirlo.- Responde David. -El doble viajaría a su universo y salvaría su Tierra a base de chorros de creatividad.-
Antonio mira a Pepa, que sonríe sin parar, y se vuelve a dirigir a David:
-Joder, te has quedado con todo lo que te dijo ese chalado. ¿Y se puede saber que os trataba de decir?-
-No sé...- Responde David dubitativo. -Quizás fuera un alegato inconformista. O una forma de decirnos que no nos estanquemos siempre haciendo lo mismo. O no sé...-
-Sí.- Replica Antonio. -O una tomadura de pelo de un pasado de vueltas.-
-Solo sé que esa noche disfruté como nunca- Asegura David.
-¡Hay que volver a Barna!- Grita Pepa con entusiasmo.
Yolanda sonríe mientras apaga el cigarrillo en el cenicero y Antonio apura su copa de vino.
-Bueno, y el loco ése, ¿qué pasó con él? ¿Volvió a su universo?- Pregunta Antonio con ironía.
-Pues si entendí bien todo lo que nos contó creo que no va a volver.- Responde David. -Pero le perdimos entre el bullicio y no lo vimos más en toda la noche.-
-Y no estaba loco... solo loquito.- Apunta Pepa.
-Por cierto, ¿De dónde era?- Pregunta Yolanda con intriga.
-No recuerdo... creo que de Oviedo.- Responde David. -Aunque no me acuerdo del nombre.-
-Yo sí.- Dice Pepa rápidamente. -Se llamaba Rulo.-
Antonio levanta el brazo avisando al camarero. Éste se acerca le toma nota y se va. Durante unos segundos ninguno dice nada.
-¡Bueno!- Suelta Antonio de improviso. -¿Y qué os parece que hagamos hoy?-

martes, 15 de marzo de 2011

La decepción de Abrahel

Siempre que me pongo a escribir algo sobre la decepción acabo dejándolo. Es tan fuerte y tan sincero lo que me sale de la cabeza con respecto a este tema que acabo recordando que hacer daño gratuitamente no es mi estilo y que además no soy rencoroso, por lo que acabo siempre escribiendo sobre otra cosa. Así que voy a relatar una corta pero intensa situación que viví no hace mucho tiempo con el fin de que se entienda mi relación con ese sentimiento tan sucio de insatisfacción.


Era una noche de sábado fría y lluviosa. Me hallaba solo en casa, acababa de cenar y tenía mis dudas con respecto a salir por ahí de juerga. No solo porque unos días antes había estado en cama griposo y no tenía ganas de una estúpida recaída, sino porque me sentía jodido y algo deprimido por culpa de sentimientos amorosos de difícil escapatoria. Pillé unas latas de cerveza de la nevera, saqué de un cajón una bolsa de marihuana de primera para casos de emergencia y, acomodándome en mi dormitorio, comencé a poner música trallera para estimularme. A las dos horas, bien cebado de cannabis y alcohol, me dió el capricho de un tragazo de whisky. Fuí hasta el salón, busqué y encontré una botella a la que le quedaban dos dedos de dorado líquido. Sin pensármelo, la agarré y me bebí el contenido de un solo golpe. El error fue garrafal (como era de esperar) y a los pocos segundos comencé a marearme y a sentir naúseas. Me dirigí rápidamente al cuarto de baño pero al entrar me desequilibré, caí y me pegué un golpe en la cabeza contra el marco de la puerta.


Estuve tirado y groggy en el suelo hasta que conseguí levantarme a duras penas. Me miré en el espejo y pensé:
-Estúpido. Casi te rompes la crisma.-
Y volví a mi dormitorio. Entonces quedé paralizado: De pie y mirando por la ventana al exterior había una chica. Se dió la vuelta, sonrió y con voz suave y dulce dijo:
-Hola, Rulo.-
La chica era preciosa. Tenía un cuerpo de infarto, medía sobre uno setenta y vestía un bañador negro de una sola pieza a juego con sus ojazos y su larga melena. Los labios y las uñas, incluidas las de los pies, estaban pintadas también de un negro intenso y su piel tenía un color tostado y brillante. Quedé tan impresionado que no pude articular palabra alguna.
-No te asustes.- Dijo mientras se acercaba a mí.-No voy a comerte.-
-¿Quién...quién eres?- Pregunté.
Se colocó justo delante mío y me miró profundamente a los ojos.
-Me llamo Abrahel.- Me respondió.
Su mirada era tan intensa y sus negros labios tan perfectos que empecé a notar que mi cuerpo se descontrolaba. Sin pensarlo, le pegué un empujón y cayó de espaldas en la cama.
-¿Cómo has entrado aquí?- Pregunté mientras retrocedía.
Ella resopló y se sentó en el colchón.
-Está bien. ¿Puedo hacerme uno de esos?- Dijo señalando a la bolsa de marihuana.
Permanecí estático, sin decir nada.
-Vamos. Me lío uno y hablamos. No vengo para hacerte daño sino para todo lo contrario.-
Nos miramos unos segundos. Ella volvió a sonreir y puso ojitos de chica buena.
-De acuerdo.- Dije. -Pero explícame que pasa ya.-
-Así me gusta, Rulo.- Dijo agarrando un poco de verde.- Sabía que lo comprenderías.
-¿comprender? ¿El qué?-
-Sé que últimamente te desquicias con pensamientos que no te están haciendo bien y he venido a aclarate un poco las cosas.-
-Bien.- Le dije yo. -Pues podrías empezar diciéndome como has entrado en mi casa, de que me conoces y que haces sin ropa.-
En un suspiro se lió un porro. Le pasé el mechero, lo encendió y le pegó una calada.
-He entrado por aquí.- Dijo señalando a su cabeza.-Te conozco desde siempre y no estoy sin ropa.-
-¿Por aquí?- Dije señalando a mi cabeza.
-Sí. Más bien por ahí. Soy un demonio....-
-¿Un demonio?- Pregunté extrañado.
Volvió a pegar otra calada al porro y soltó un gran aro de humo.
-Un súcubo. Abrahel, la reina de los súcubos.-
Me puse pálido y me entró un escalofrío.
-No te asustes.- Continuó. -Ya te he dicho que no voy a comerte, para eso están otros.-
Me dí la vuelta y me apoyé contra la pared respirando profundamente.
-Esto no está pasando. Son los porros...- Me dije a mí mismo.
Ella se colocó detrás mío, me agarró la cintura y me dijo al oído:
-¡Oh! ¡Rulo! Permíteme ser tu reina...-
Y me pasó la lengua por el cuello.
-¿Basta!- Grité.
Rapidamente me dí la vuelta y de un empujón volvió a caer de espaldas en la cama. Se sentó otra vez sobre el colchón y pegó otro caladazo al porro.
-Te conozco, Rulo. Sé como eres.- Dijo soltando el humo.
-Yo no soy así.- Repliqué.
-Oh, sí lo eres. Estás hastiado de relaciones fallidas. Decepcionado con chicas que parecían una cosa y luego resultó ser otra. Buscas a alguien que te ame, que te haga sentir, que no esté por mero y triste interés. Y no la encuentras...-
-Ya he encontrado chicas que me han hecho sentir. Si no me aman... cosa suya.-
-¡Exacto!- Dijo ella rápidamente. -¿Hasta que punto te duele saber que la chica a la que amas, la que te hace sentir como nadie, te desprecia y te usa cuando le convenga? ¿No te hace pensar que ésa chica por la que lo dejarías todo a lo mejor prefiere estar con un putero antes que contigo?-
-He amado a más de una- Respondí.
- Bien. Veo que entiendes por donde voy-
-¿Qué es lo que quieres?- Pregunté sollozando. -¿Has venido a atormentarme? ¿A contarme lo penoso que soy?-
Apoyó el porro en un cenicero, se levantó de la cama y me tendió la mano.
-He venido para amarte hasta el final de los tiempos y más allá.- Me dijo.
La miré de arriba a abajo. Era difícil no sentirse atraído por semejante belleza.
-Te amo, Rulo.Ven conmigo y seré tu diosa, tu reina, tu esclava...-
-¿Pero porqué yo? Hay un mundo de chicos que se irían contigo sin necesidad de llegar a hablar del asunto.-
-Ese mundo de chicos, como tú dices, ya lo conozco. Recuerda quién soy. Tú no perteneces a él.-
Nos miramos fijamente a los ojos. Ella seguía con la mano extendida.
-¿Y a dónde iríamos?- Pregunté
Ella sonrió levemente.
-A mi reino.- Respondió.
Retrocedí dos pasos sin dejar de mirarla a los ojos.
-Déjame entenderlo.- Le dije con tono firme. -Estás enamorada de mí porque no soy como el resto de individuos y quieres que vaya contigo al infierno para vivir juntos el resto de la eternidad ¿No?-
-Exacto.- Respondió ella. -Reinaremos y haremos el amor a todas horas-
-Pero yo no te amo- Repliqué.
-¿Cómo?- Preguntó con gesto torcido.
-Si de verdad me conoces como dices, sabrás que no puedo estar con una chica si no siento algo muy fuerte por ella. Si no la amo.Y quizás las cosas deban de ser así. Tú buscando chicos para tu infierno y yo buscando una reina en el mío propio. Agradezco tu interés en mí, me has hecho ver las cosas un poco más claras, pero paso de ti olímpicamente.-
Me miró de arriba abajo, retiró su mano y se dió la vuelta.
-De acuerdo.- Dijo con una voz grave y áspera. -Pero te aseguro que volveremos a vernos.-
Pegó un alarido gutural y se giró hacia mí. Su piel se volvió azulada, sus uñas crecieron y le brotaron unas enormes alas de murciélago en la espalda. Se acercó unos pasos hasta mí, y exhibiéndome una dentadura llena de colmillos afilados, me guiñó un ojo y desapareció. Al instante sentí un extraño dolor de cabeza y caí fulminado.


Abrí los ojos, me levanté como pude y me dí cuenta de que seguía en el cuarto de baño. Me miré al espejo y ví que tenía una brecha sangrante en la frente: Pedazo de hostia. Fuí rápidamente hasta mi dormitorio y comprobé que todo seguía igual. Allí no había ocurrido nada, simplemente había sido un viaje salvaje. Entonces observé que había un porro a medias en un cenicero. Lo agarré y me fijé que tenía la boquilla manchada de pintalabios negro. Sin lugar a dudas, volveremos a vernos.


Naturalmente, para tratar sobre la decepción no hace falta escribir un pastiche por la cara como éste. Pero bueno, ya puestos...

martes, 4 de enero de 2011

El Jerbo

El humano apoyó en la mesa la botella de whisky que llevaba durante toda la mañana en la mano, se levantó del sofá y se acercó a una mesita cercana. Abrió un cajón, sacó un revólver y comprobó si tenía cargadas todas las balas. Luego se volvió a sentar en el sofá y se metió el cañón del revólver en la boca, apuntando a su cerebro. Entonces, de la nada, apareció el jerbo.
-¡Hey! ¡Humano! ¡Detente!- Gritó el jerbo mientras erguía su cuerpo.
El humano miró rápidamente hacia abajo, lo vió y se quedó completamente paralizado.
-Tranquilo, humano- Dijo el jerbo sonriendo.-No te pongas nervioso no vaya a ser que te pegues un tiro-
El humano sacó rápidamente el cañón del revólver de su boca y apuntó con él al jerbo.
-¿Qué eres tú?- Preguntó el humano.
-Joder. Soy un jerbo. El Jerbo.- Respondió rápidamente el jerbo. Y lo que te dije hace un momento no era más que una broma. Dura, pero broma. Suelo hacerlas en situaciones como estas para... romper un poco la incoherencia del momento y crear un ambiente distendido...-
-Dios mío- Dijo el humano sin dejar de apuntar con el arma al jerbo. -Me he vuelto loco-
-No- Dijo el jerbo suavemente. -Mi presencia aquí tiene una explicación. Déjame explicarte y comprenderás. Como te he dicho, soy el jerbo y ...-
-¿Qué es un jerbo?- Preguntó de repente el humano.
-Joder. Nadie sabe que es un jerbo- Se desesperó el jerbo.-Un jerbo es un roedor. Como una puta rata pero con las orejas más grandes y las dos patas de atrás como las de un canguro-
El jerbo se tumbó boca arriba y exhibió sus patas traseras.
-Bueno, y con más clase- Volvió a decir mientras se incorporaba.-Pero yo no sólo soy un jerbo, soy El Jerbo. Soy especial-
-¿Porqué?- Preguntó el humano.
-Si dejas de apuntarme con tu arma y de hacer preguntas de subnormal te lo podré contar todo de una puta vez-
El humano tardó unos segundos, pero se relajó y apoyó el revólver en su regazo.
-Bien- Comenzó a decir el jerbo.-Cómo YA te he dicho soy El Jerbo y vengo a ofrecerte algo. Sé que no quieres seguir vivo, que la vida que has llevado no ha estado a la altura de tus expectativas y que no sabes como continuar. ¿Pero qué pasaría si ahora mismo, por circunstancias divinas o cuánticas, se te diese la oportunidad de volver a repetir tu vida sabiendo todos los errores que has cometido hasta este momento?-
El humano miró al jerbo fijamente y preguntó:
-¿Eres Dios?-
-Joder, soy El Jerbo. No me vuelvas a preguntar quién soy- Respondió el jerbo algo enfadado. -Ahora dime, ¿qué decides? Sólo necesito una respuesta clara, directa y a ser posible razonada. SI o NO.-
El humano se puso en pie y quedó con la mirada perdida.
-SI o NO... Errores... Yo he cometido grandes errores. Si pudiera volver y enmendarlos...¡Todo se arreglaría!- Pensó en voz alta el humano.
-Un momento- Habló el jerbo.-La grandeza de la vida está en aprender de esos errores y asimilar el jugo producido por ése aprendizaje-
-Pero si no hubiese errores la vida sería perfecta-
-No existe la perfección-
-Yo creo que sí-
-¡Que no!- Espetó el jerbo.-Dentro de un mundo hay otro mundo. No hay perfección, hay superación-
El humano se dejó caer en el sofá y con voz muy débil soltó:
-Entonces no me ofreces nada-
El jerbo resopló.
-No te estoy ofreciendo ni la perfección ni la felicidad ni ninguna estupidez absoluta. Volver atrás y subsanar un error así por las buenas no haría más que crear otro error inmediatamente. Otro error que además sería nuevo, desconocido y que estaría creando más errores de la misma índole e incluso mayores. Es decir, estarías creando otra dirección de vida que podría ser aún peor que la que pretendías cambiar-
-¿Quiéres decir que hay un destino?- Preguntó el humano agarrando con fuerza el revólver.
-Mi opinión personal es que es lo mismo. Se llega hasta donde se llega porque pasamos por donde pasamos haciendo lo que creemos que debemos hacer. Yo si mirara atrás buscando algo que cambiar me volvería loco. Y te aseguro, amigo humano, que es peor estar loco que muerto-
El humano se levantó de golpe y encañonando al jerbo con el revólver dijo:
-Entonces te mataré y luego me pegaré un tiro-
-Típica reacción, humano. Pero no estás loco-
-¿¡Quién eres!? ¿¡Qué quieres de mí!?-
-Joder con las preguntitas. Eres un pesado. ¡Soy El Jerbo! ¡Estoy aquí ofreciéndote repetir la vida sabiendo los putos fallos que cometiste! ¿Qué tu vida podía haber sido mejor? Sí, joder. Y también peor. Pero es lo que es. Ahora dime ¿SI o NO?-
Durante unos segundos el humano se quedó mirando al jerbo con cara de loco mientras le seguía apuntando con el arma.
-¡No!- Gritó de repente. Y disparó.
El jerbo desapareció al instante. El humano miró en todas direcciones como buscándolo, dejó caer el arma al suelo y, después de sentarse en el sofá, se quedó mirando a la botella de whisky apoyada en la mesa.
Pasado un minuto, el jerbo apareció de la nada otra vez.
-No te exasperes, humano- Dijo tranquilamente el jerbo.-Sólo quiero despedirme, no nos vamos a ver más. Pero antes, me gustaría decirte no que hayas hecho bien en decir NO, sino que sí que hayas preferido continuar con tu vida y no intoxicarla convirtiéndola en una caricatura sin personalidad. Ahora lo único que tienes que hacer es continuar viviendo sabiendo que has elegido vivir. Pero bueno... también puedes pegarte un tiro o alcoholizarte hasta reventar. La verdad es que eso ya no es cosa mía-
El humano y el jerbo se miraron profundamente durante un momento.
-¿Quién eres tú?- Preguntó el humano.
El jerbo se enfadó. Refunfuñó y de un salto se colocó en el hombro del humano.
-¡El Jerbo! ¡Soy El jodido Jerbo! ¡Maldito imbécil!- Gritó al oído del humano. Y desapareció.
El humano permaneció inmóvil en el sofá mirando a la botella de whisky durante un par de horas. Luego se levantó, fué hasta su habitación y se echó en su cama. Cerró los ojos y se durmió.